Marc Jacobs

Marc Jacobs, director artístico de Louis Vuitton, se desnuda para promocionar su nuevo perfume masculino. «Me siento mejor desde que los chicos me miran»
Hay un hecho incuestionable. Marc Jacobs lleva las faldas muy bien puestas. Exceptuando al príncipe de Gales, no hay otro hombre en el mundo al que le caiga mejor esta prenda. El director artístico de Louis Vuitton se siente suelto y seguro con las piernas al aire. Amigo personal de numerosos artistas y apasionado coleccionista de arte contemporáneo -posee piezas de David Hockney, Andy Warhol o Richard Prince-, le pasa lo que a muchos otros diseñadores: se obsesiona en vestir (muy bien) a los demás sin reparar demasiado en sí mismo.
«No soy Tom Ford en términos de arreglarme», argumenta. No le duelen prendas en admitir que carece de «la precisión y perfección» del diseñador tejano. Y, sin embargo, hay que reconocerle un punto elegante y casual. «No soy muy quisquilloso con lo que me pongo», confesó recientemente a Calvin Klein, otro grande de las agujas ya retirado, en una entrevista a la revista 'Harper's Bazaar'. «Llevo todos los días una falda y una camiseta», explica el creador neoyorquino.
Y es verdad. Cada vez resulta más raro verle en pantalones porque pocas veces se despega de las faldas. Lo mismo echa mano de ellas para agradecer desde las pasarelas sus triunfales desfiles que para pasear por las calles de la Gran Manzana, como acostumbraba a hacer de la mano de su marido, del que se separó la pasada primavera. Jacobs y Lorenzo Martone formaban una de las parejas más glamourosas de la moda hasta que se les rompió el amor. Pero, mientras su ex pareja lucía trajes ceñidos y de corte impecable, Jacobs era (y es) más de combinar faldas con chaquetas, suéteres, camisas blancas y calzado de lo más extravagante.
La ruptura le ha llevado a volcarse aún más en el trabajo. Es uno de los grandes capos de la moda. Posiblemente, sea el diseñador más rentable. Y prolífico. Además de trabajar para Louis Vuitton, maneja dos firmas propias: Marc Jacobs y Marc by Marc Jacobs. Convierte en oro todo lo que toca. Quizá porque sabe separar muy bien sus gustos personales de los negocios. El modisto más joven de la historia en conseguir el prestigioso 'Perry Ellis Awrad for New Fashion Talent' es listo. Asegura que nunca podría hacer negocio con lo que suele llevar puesto. «Estaríamos fuera del mercado», subraya. Aunque siempre ha coqueteado con la polémica, la experiencia le ha servido para rebajar sus excesos estilísticos. Por sus aires grunge, una de sus primeras líneas le costó el puesto en Perry Ellis, donde trabajó con Donna Karan.
«Siempre en el baño»
Su obsesión por la moda estuvo a punto de arruinarle la vida. Literalmente. Con un 21% de grasa corporal, hasta hace cuatro años no dejaba de frecuentar los hospitales a cuenta de una colitis ulcerosa y su pasión por la comida basura. Seis de las 16 horas que estaba en la oficina se las pasaba en el baño. Los médicos se lo dejaron claro: «No te queda mucho tiempo».
Marc se puso las pilas, abandonó sus adicciones y optó por una vida saludable. Gritó '¡esto es genial!' cuando dejó de dolerle el estómago. Comenzó a machacarse en los gimnasios y a coger músculo. De repente, todo cambió en su vida. Se cortó el pelo, abandonó sus horteras gafas de pasta y se puso lentillas. También empezó a hacerse la manicura y pedicura. Pasó lo que nunca se había imaginado. Cuando los chicos empezaron «a mirarme y a llamarme para salir», se convirtió en un hombre feliz. Tanto, como le cuenta a su colega Klein, que era «muy difícil quedarme con la ropa puesta. Allí donde me pedían que me quitara la ropa no dudaba». Justifica su continua afición a quedarse en cueros a que no se ha pasado tres años haciendo ejercicio «para mantener esto tapado».
Lo ha cumplido a rajatabla. Hasta el punto que ha emulado a su ídolo Yves Saint Laurent, cuando el creador francés se quitó la ropa en los años setenta para promocionar uno de sus perfumes masculinos. Marc ha posado desnudo para la campaña de 'Bang', su nueva fragancia de hombre, una bomba sexual. Una botella estratégicamente situada tapa los genitales del modisto más influyente del mundo, según Times. Un hombre que viste a mujeres que «quieren mostrarse» y que sobre todo necesita «creer en lo que hace». Deseo que ha alcanzado desde que se puso en forma y cambió su dieta. Y todo sin quitarse la faldas.

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