La moda no tiene sexo

La estética andrógina recobra protagonismo en la moda, apostando por lo masculino y lo femenino para crear una imagen cómoda y urbana.

Este estilo unisex se caracteriza por jugar con la ambigüedad, presentando, por ejemplo, prendas que normalmente están identificadas con el look varonil -trajes de chaqueta y smokings-, pero desde una perspectiva delicada que las transforma en básicos para la mujer.

El legendario Yves Saint Laurent fue un pionero de la moda andrógina cuando convirtió prendas tan masculinas como la sahariana y el smoking, en patrimonio del “sexo débil”.

El término unisex, que significa adecuado o destinado tanto para los hombres como para las mujeres, es el punto de partida de este estilismo que marca tendencia y que, sin grandes transformaciones, ha logrado recobrar protagonismo en la actualidad.

Esta tendencia logra difuminar la frontera que divide al hombre de la mujer, en cuanto a ropa se refiere. No obstante, la estética ambigua no pretende ni disfrazar el sexo de cada cual, ni renunciar a la feminidad, sino jugar con la personalidad de ambos géneros.

Si echamos la vista atrás, la historia de este tipo de indumentaria se remonta a la época en la que Coco Chanel rompió con lo estricto y encorsetado guardarropa femenino, diseñando prendas sencillas, de líneas rectas, con tejidos y patrones masculinos.

Trasgresora e innovadora, la dama de la costura propició la liberación de la mujer acortando faldas, pero sobre todo, creando pantalones realmente cómodos, los cuales -hasta ese momento- eran de uso exclusivo de los hombres.

Patrimonio femenil

En la década de los 30, los norteamericanos rescataron los jeans para vestirse los fines de semana y disfrutar jornadas de asueto en el campo. Esa imagen bucólica y campestre fue inmortalizada en la portada de la prestigiosa revista Vogue, donde espectaculares modelos posaron con típicas camisas de cuadros, pantalones elaborados en denim, pañuelos al cuello y botas de montar.

Desde entonces, los jeans se convirtieron en una prenda unisex, y la mujer, sin recelo alguno, rápidamente los incorporó a su vestuario habitual, adoptando así una imagen con toques viriles.

Por el lado contrario, durante la década de los 60, cantantes de música rock como David Bowie y Mick Jagger se atrevieron a coquetear con prendas femeninas –camisetas y pantalones ceñidos- y lucieron una estética andrógina. Sin duda, algo osada para la época.

Corrían tiempos de renovación y el diseñador francés, de origen italiano, Pierre Cardin, conocido por sus diseños vanguardistas, de formas geométricas y de inspiración espacial, también quiso experimentar con esta corriente, pero los resultados no fueron los esperados.

Posteriormente, en los 90, Giorgio Armani fue tentado por este estilo dual y diseñó una colección en la que incluyó pantalones masculinos conjuntados con camisetas blancas de corte marino. La propuesta servía para vestir a ambos sexos.

Ante el éxito, la diseñadora Donna Karan realizó una antología sin ornamentación alguna, limpia, con piezas cómodas y con patrones varoniles que dio origen al minimalismo, tendencia que se refugió en la máxima de menos es más y que la sociedad neoyorquina acogió con entusiasmo y calificó de elegantísima.

El minimalismo demandaba modelos delgadas, sin curvas, de caderas estrechas, con poca cintura, hombros anchos, facciones angulosas y cuerpos fibrosos. En definitiva, de apariencia andrógina.

Las top británicas, Kate Moss y Stella Tennant, fueron algunas de las modelos que reunían dichas características. La maniquí inglesa Twiggy, quien rompió los tradicionales cánones de belleza con su frágil anatomía, cabello corto y rostro de eterna adolescencia, fue su antecesora.

Hombres con esencia de mujer

Ausencia de estampados, paleta de colores neutros, cortes rectos, pureza de líneas, tejidos naturales, austeridad y sobriedad son algunas de las características de la tendencia andrógina.

Los diseños -que prescinden de adornos y detalles- se centran en la combinación bicolor y armonizan prendas con rayas diplomáticas. Las firmas como Stella McCartney, Gucci, Hermés o David Delfín otorgan ciertas libertades a la rigidez de los patrones masculinos, consiguiendo un estilismo más suave que refleja la esencia femenina.

Piezas como el blazer largo, el pantalón con pinzas o recto, la básica camisa blanca de botones, el cardigan, los jerseys de cuello alto, el chaleco, la corbata, el sombrero tipo Panamá y los zapatos planos de cordón conforman este look tan elegante como austero. Incluso, ahora hay leggings fabricados especialmente para hombres: los meggings.

“Ahora se impone tomar prestado de la pareja el vaquero, la americana y la camiseta de tirantes. Estas prendas adquieren tintes femeninos, si la chaqueta se ajusta a la cintura con un lazo de cuero fino y se recogen las mangas hasta el codo. Este estilo cobra mayor protagonismo, si se luce con tacones altos, largos collares, pañuelos anudados al cuello y brazaletes”, explicó la estilista Pepa Fernández.

El punto fuerte de la moda andrógina es que es práctica y sofisticada. Es posible crear un atuendo a partir de sus preceptos que pueda ser utilizado, tanto en la oficina como en un fiesta de coctel. La clave está en mantener una paleta de colores sobria y una silueta sencilla.

Comentarios

  1. el cenrtro comercial donde pueda encontrar este tipo de ropa androgina ¿?

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