Jeans Roy: "Comencé con puro retazo, ahora exporto a España"

Reneé Cruz Isla detesta coser, pero hizo su negocio de eso. “Tienes que pensar en sí, si piensas en no, entonces es no”, afirma
La enfermedad de su madre consumió lo ganado en su floreciente negocio. Cambió de rubro, hizo eso que detestaba (pero que le salía tan bien: coser). Con sus hijas, hoy conquista mercados

Dicen que sus jeanes son la salvación para aquellas que carecen de aquello por lo que es famosa JLo. Pese a ello, repetidas veces Renée Cruz y sus tres hijas han pretendido –sin suerte- cambiarle de nombre a su marca. No les gusta. Su público siempre se los ha impedido (está convencido de que solo Jeans Roy ofrece esa tan ansiada -y redondeada- facultad).

Vamos, descubra qué hay detrás de esta pujante empresa familiar…

Usted maneja una empresa con 15 tiendas en el país, socios en Colombia y Venezuela, y que exporta a España, entre otros países; y todo empezó con una máquina de coser y una remalladora.
Mi remalladora era nueva, la conseguí a plazos. La máquina sí era de segunda.

¿Con cuánto de capital arrancó?
Con cuánto habrá sido, pues… Nada, prácticamente (ríe)… En un principio yo compraba retazos (de telas). En el Jr. Huallaga (en el Cercado) vendían retazos de 50 centímetros. Fabricaba alguito y lo vendía.

Para colmo, a usted no le gusta coser.
No me gusta. Mi madre era profesora de Corte y Confección, y cuando me decía: “Ven, hija, aprende, algún día te va a servir”; yo le decía: “No, mamá, tú estás equivocada, ¡yo no voy a desempeñarme en eso! Yo nunca voy a coser, ¡nunca!”… Era lo que yo pensaba; y cómo da vueltas la vida.

De castigo la mandaba a entallar vestidos.
Es que nosotros éramos siete hermanos, así que la ropa de la mayor pasaba a la segunda, y así. Y como ella trabajaba -no tenía tiempo para atendernos-, esa era mi obligación: repararlos.
Al final le convino, pues ya de adolescente reciclaba los vestidos de sus hermanas y se hacía unos muy atractivos.
Mis compañeras de colegio siempre tenían que ver conmigo. Me decían: “Oye, ¿y tú cómo haces para estar en cada reunión con ropa nueva?”.

Pese a la escasez económica…
Yo ‘daba la hora’.
Se casó y con su marido partieron a Huancayo a probar suerte.
Mi padre iba dejar un local en el que le había ido mal. Yo le dije: “Papá, ¿cómo lo vas a dejar?”. Para eso, yo ya tenía dos hijas. “Déjemelo. Yo lo pago, yo lo veo”.
Por qué partieron, ¿qué tal fregada estaba la cosa en Lima?
Yo fabricaba cositas (confeccionaba), pero era poco; y vi la oportunidad. Yo creía que allá nos iba a ir bien. Y así fue. Tras mucho pensarlo, mi papá nos lo dejó. Teníamos que llenar la tienda. Con el aval de mi padre, nos dieron un poco de mercadería.
En muy poco tiempo se fueron para arriba.
¡En tres meses yo ya tenía la tienda llena!

¿Cómo así?
Estábamos ubicados entre dos agencias de viaje, y la gente, antes de partir a su destino, se proveía de algo; y yo estaba ahí, y qué sería –simpatía, ¡qué sé yo!-, porque vendía y vendía… Comencé a comprar más productos; y vendía.

¡Llegó a comprarse un camión!
Es que los proveedores venían y nos dejaban mercadería; y mi esposo se la llevaba (en el camión) a otros lados para hacer más ventas. ¡Nos iba bien!

Sin embargo, tuvo dejarlo todo.
Por la enfermedad de mi madre. Me vine a Lima. Yo la había desatendido, y lo dejé todo. Nos vinimos todos.
Los gastos que demandó su mal (cáncer) terminaron por comerse todo lo que habían logrado.
Mi mamá estuvo mal regular tiempo, y tuvimos que vender las cosas, tuvimos que venderlo todo… Nos quedamos con un auto. Mi esposo comenzó a hacer taxi. Yo lo despertaba a las cuatro (de la mañana), lo mandaba a La Parada. “Trae, pues, para la comida de las niñas”. Daba pena porque era un auto bonito; y un día, como él también vendía las cositas que yo hacía (ropa), consiguió el dato de un local que estaban alquilando en el Mercado Central. “¡Como sea tiene que ser nuestro!”. Yo tenía una esclava de oro que mi mamá me había dejado. “Anda, empéñala”. Y con eso lo alquilamos.

¿Qué hubiera pasado si ese negocio no funcionaba?¡Uno no piensa en no! Uno piensa en sí, ¡en que tiene que ser! Y fue… Tú hubieras visto: daba pena, era un local grande y yo solo tenía una mesita que llevé de mi casa, y mi máquina. Así comencé. Estaba al fondo (de una galería), pero la gente llegaba de curiosa, por mirar las otras tiendas; y me compraba. Y con esa plata, me iba a comprar los retazos, hacía más cositas y, poco a poco, fui vendiendo más; ya la gente me conocía.
En algún momento su esposo vendió como ambulante lo que usted hacía.
Sí, ¡y comencé a hacer servicios! A mis vecinos, que tenían ventas grandes, les hacía sus cafarenas. Remallaba y entregaba. Trabajaba día y noche.

¿Cuántas horas al día?
Apenas dormía.¿Qué edades tenían sus hijas?
La mayor, 7 años; la segunda tendría 6 (y la menor, 3 años); y dos, tres años después, a las dos mayores las mandaba a abrir la tienda. Ya teníamos alguito, ya tenía dos empleadas.
Hay padres que más bien evitan que cuando chicos, sus hijos los ayuden; evitan que trabajen…
Que pasen por lo que ellos pasaron… Mis hijas estudiaban. Yo nunca quise que pertenecieran a allí (al mundo del Mercado Central), pero había que ayudar, y mientras yo me quedaba en la casa –cocinando, limpiando, haciendo- las mandaba: “¡Anda abre! Que entren las chicas, y se vienen”.
Valió la pena, ¿no? Porque a fines de los 80, cuando las prendas asiáticas comenzaron a invadir el mercado y la cosa se puso brava, fueron ellas las que la ayudaron a encontrar un nicho de mercado.
Sí, y eso que yo no quería…

¿Por qué?
Yo quería que sigan una profesión. Yo no había terminado, ¿y ellas qué? ¡Yo quería que estudien! Pero mi hija Susan siempre tuvo inclinación por el arte, por vestir a sus muñecas… Es que yo también les llevaba retacitos de tela, ¡para que se entretengan!
Todo le salió perfecto, porque una es la trome en ventas, la otra en diseño y, la otra, en administración.
Todo ha encajado perfectamente… para felicidad mía.
Ahora están vendiéndole al mundo sus Jeans Saca Pompis.
Ella fue (Susan, la diseñadora). “Mamá, ¿por qué no hacemos jeanes?”. A mí no me gustaba mucho la idea, pero… “Bueno, ya, ¡lo hacemos!”.

¿Cómo nació la idea?
Ella quería que yo haga lo que ella quería… (Interviene Roxana, su hija mayor: “¡Es que Susan no tiene mucho pompis, pues!”. Todas ríen).
O sea que la ‘carencia’ de su hija se convirtió en el secreto del éxito de la familia.
Sí (ríe)… Oye, no te miento, ¡nos hemos gastado rollos de tela! Tú sabes, los rollos de denim vienen de cien en cien metros, y hemos gastado rollos de rollos para que ella haga sus muestras; hasta que quedaron a su gusto. Susan tiene un ojo bien especial.
En su proceso, la semilla que sembró su madre ha sido fundamental para todo lo que usted y sus hijas han logrado.
Es verdad… pese a que yo nunca quise aprender (a coser)… Es que cuando yo hago algo, a mí me gusta que quede bien; que quede bien ¡y que guste! Y a Susan, también. Esa es la clave.

FICHA
Nombre: Luz Renée Cruz Isla.
Colegio: Gertrude Hanks.
Estudios: Hizo dos años de Ciencias Económicas en la Universidad San Martín.
Edad: 68 años.
Cargo: Gerenta general de Jeans Saca Pompis, empresa dueña de la marca Jeans Roy.
Jeans Roy
Marca de jeans que Renée y sus hijas crearon en 1989. A fines de los 70, sola, ella se inició como confeccionista. Hoy tiene más de cien empleados.
Crecimiento
Tienen 15 tiendas en el Perú, socios estratégicos en Colombia y Venezuela y exportan incluso a España. Producen unas 30 mil prendas mensuales.


http://tiendas.gamarra.com.pe/jeans-roy/