Conozca a la reina de los zapatos de Gamarra



Creció en un arenal, a los 8 años vendía hilos como ambulante y era feliz. Su madre es su luz, juntas escuchaban las arengas de María Elena Moyano. Ha vencido a la pobreza (como a los 8, ella hoy es feliz).
Doris Huamán ama las ventas. El Fenómeno de El Niño frenó el desarrollo que venía gestando junto a su madre y hermanos. Quebrados, probó suerte en un espacio mínimo en Gamarra. Vendía las prendas de hilo que ella misma confeccionaba (hasta que el destino entró a tallar -una vez más- y terminó vendiendo zapatos). Hoy, al mes, comercializa unos 4.000 pares. Hace poco, mientras seguía un diplomado en ESAN, Doris descubrió que tenía mucho que enseñar.
En su historia, su madre es fundamental.
La base de mi vida es mi madre. Ella no solo nos enseñó lo que es el trabajo duro y sacrificado, sino también a ser justos y honestos. Eso lo llevamos sus cuatro hijos.
El divorcio de sus padres cambió radicalmente su vida.
Nos hizo más fuertes.
Pasaron de la comodidad de vivir en Magdalena a un arenal en Villa El Salvador.
Exacto. Esa fue una mala decisión de mi padre (levantó una casa de madera en el arenal y ahí dejó a su ex mujer y a sus hijos). Yo le he dicho a mi mamá: “¿Cómo te pudiste haber dejado embaucar por mi papá?”. Ella era profesora, ¡tejía maravillas! Ella nos mantuvo.
¿Cómo vivió ese cambio?
No lo sentí. ¿Sabes por qué? Era muy niña. Tenía 5 años.
Allá empezó su historia de lucha: su madre tenía un puesto.
Vendíamos hilos y lana… Yo he vivido allá el terrorismo: nunca hubo un ratero. He vivido el trabajo comunal: los domingos la gente hacía las pistas, pese a que no había agua ni luz. Conocí a María Elena Moyano. Mi mamá fue una activista del Vaso de Leche. ¡Muy metida era mi mamá! Y yo con ella me iba a escuchar a María Elena: “Las mujeres no nos debemos dejar vencer, las mujeres somos muy capaces, tenemos que estar unidas…”. En ese entonces, la Policía no entraba a Villa El Salvador y nosotros ¡sabíamos quiénes eran terrucos! Había uno -que se escapó con Polay (del penal de Canto Grande, junto a más de 40 emerretistas durante el primer gobierno de García)- que su mamá ¡era clienta de mi mamá!
En un principio, usted y el segundo de sus hermanos se iban a vender a otro mercado como ambulantes.
Vendíamos hilos porque el esposo de una clienta de mi mamá trabajaba en una fábrica de hilos, y ella se los vendía a mi mamá a menos de su precio; y yo siempre escuchando: “Mamá, ¡qué barato! Ah, no ¡yo voy a vender!”. “Pero si ya tenemos un puesto, ¿para qué vas a salir?”. Yo tendría 8 o 10 años. “¿Cómo te vas a ir sola? Es peligroso”. “No, mamá. Yo me voy a ir a la ‘Chanchería’ (un mercadillo popular)”. “Entonces te vas con Antonio”. Y como mi hermano no quería, le alquilaba revistas y lo ponía a mi lado.
¿Y cómo le iba?¡Me iba excelente! Vendía todo. Yo iba solo los domingos, cuando había gente. Y cuando me quedaba algo, los vendía de regreso: en las bodegas; y llegaba adonde mi mamá, ¡contenta!
Hoy tiene una zapatería en el Megaplaza y cinco más aquí, en Gamarra. Vende 4.000 pares al mes. Hoy, ¿cómo ve esos primeros años de lucha?Como un cambio total. Yo siempre miro hacia atrás y digo: Dios mío, tú has sido capaz de ayudarme. Yo siempre le pido salud para poder ayudar a mis hermanos, porque yo siempre he sido pegada a ellos. Yo le pido que nos ayude a ser ‘alguien’, que nos ayude a ser profesionales, aunque eso lamentablemente no se ha podido.
Todo esto comenzó al pie de una pared, en un stand de 90 centímetros de largo.
Sí, en un stand compartido (en una galería de Gamarra).
¿Por qué zapatos?
Los zapatos no estaban en mi mente, no estaban en mi camino. Yo tejía: hacía chompitas y chalequitos. Cuando empecé, a mi alrededor no había nadie que vendiera prendas de hilo. Por acá todos era ‘teleros’. Pero los puneños comenzaron a alquilar los stands cercanos y me hicieron una competencia desleal.
Copiaban.
¡Malcopiaban! Usaban mal material. “Al fondo tienen a 10 soles lo que tú vendes a 20”. Por más que les explicaba que mi producto era de mejor calidad, la gente no entendía. Fui dejando de vender.
En Magdalena yo tenía un remanente de 200 pares de zapatos y, como no tenía liquidez, lo quise rematar. Me querían pagar 18 soles por zapatos que en Magdalena yo vendía a S/.120. Entonces, me aconsejaron: “¿Y por qué no los vende?”. Mira: yo estaba tan metida en el tejido ¡que ni se me había ocurrido! Puse mis zapatitos de marca a 50 soles, y así empecé…
¿En cuántos días los vendió?
En tres días… A Gamarra viene gente de nivel A y cuando veían un Via Uno que normalmente encontrarían a 150 soles y reconocían que no eran falsos -“Dios mío, ¡a S/.50! ¡Dame cuatro pares!”-; y como en ese entonces no teníamos almacén -éramos solo mi esposo y yo-, mi esposo las acompañaba para que tomen su carro y no les vayan a robar.
Ese remanente de calzado se debía a que ustedes, con su mamá, habían crecido: pasaron del mercadito en Villa El Salvador al mercado de Magdalena y, de ahí, a tener una boutique.
Sí. Siempre hemos avanzado paso a paso.
Y siempre en equipo.
Sí. De todos mis hermanos, yo siempre he sido la administradora y mi mamá era la cajera.
Estaban en pleno proceso de crecimiento cuando en 1997, debido a El Niño, casi quebraron. ¿Qué pasó?
Nosotros vendíamos ropa en Magdalena y hasta antes del Fenómeno de El Niño nos había ido muy bien. El año anterior vendimos tantos sacos de paño que con esa expectativa apostamos todo nuestro capital, nos endeudamos con los proveedores. Entonces, meses antes de que llegue el invierno, nosotros ya teníamos ¡llena la casa de mi mamá! Los sacos estaban planchaditos, nosotros solo estábamos esperando que llegue la campaña de invierno. Y no sucedió nada.
No hubo invierno.
Nos poníamos a llorar de la desesperación… Todo estaba ahí, no podíamos hacer nada.

¿Qué se siente?
¡Un hielo que te corre por el cuerpo! Los vendimos a menos del costo. Los cinco nos mirábamos sin saber qué hacer… Me recomendaron que mejor mis hermanos se fueran al extranjero.
Dos se fueron de ilegales a EE.UU. y fue en ese mismo proceso que a usted le ofrecieron compartir un stand en Gamarra.
Sí. Yo seguía en el negocio con mi mamá, vendíamos ropa bien bonita. Yo la ayudaba a tejer, a vender, ¡pero ya no era lo mismo!
Ya tenía una hija.
Sí. Y como yo también venía a comprar a Gamarra, conversando con un amigo le dije: “No sé qué hacer, el negocio ha bajado terriblemente…”. “Me van a alquilar un stand, ¿vamos a verlo?”. En ese entonces teníamos que pagar 800 dólares entre los dos, pero él me pidió US$500 más por ‘derecho de llave’. Mi esposo entonces tenía otro trabajo. “Beto -le dije-, hay una ocasión, pero no tengo…”. En ese entonces yo usaba un celular y tenía 100 dólares para pagar parte de mi deuda. Los sacrifiqué. Me cortaron el teléfono, no me importó, y se los di a mi amigo como enganche. “Yo te voy a pagar”. Y me inicié: le ofrecía a las señoras lo que yo podía tejerles a su medida. Yo tenía la necesidad ¡de hacer público!
Se hizo de una clientela. Sin embargo, terminó en el mundo del calzado. ¿Cómo explica que habiendo empezado en un espacio tan pequeño tenga ahora todo lo que tiene?
¡Nadie lo puede creer! De ese espacio pequeño pasé a otro de 1,80 m. Yo llegué en 1998 a Gamarra y, en 1999, abrió Platanitos con una tienda fenomenal. Seguro le habrían contado al señor Pedro Mont -el dueño- que en la tienda de la vuelta ¡hacían cola para comprar! y vino, se quedó mirando cómo la gente venía y se probaba en la calle, sentada en las bancas de afuera (de la calzada). ¡Lo mío era un ‘corner’ (una esquinita)! La gente decía: “La señora de Gamarra vende más que Jesús María, más que el Mercado Central, ¡y cómo si no tiene tienda, sino un ‘standcito’ y un ‘corner’!”.
¿Por qué era?
Por el servicio. Para mí, el secreto es ponerle a las ventas el mayor cariño. Todo lo que yo hago en ventas, lo hago con pasión. Así esté cansada, no haya almorzado o esté de mala noche, nunca va a haber un cliente insatisfecho con mi atención. ¡A mí me encanta vender!
Y en eso, su esposo ha sido fundamental.
Él es mi compañero en todas las aventuras que he iniciado… Cuando vi que la gente venía, le dije: “Ahora necesito tu ayuda, porque yo no puedo pagar a un empleado”. Y lo hice renunciar a regañadientes.
Porque usted vio que…Esto crecía y crecía.
El que él la haya acompañado debió, además, haber cambiado su idea del hombre, pues su padre no se había portado bien con su mamá.
Es que mi papá siempre ha sido un señor de oficina, no tenía la mentalidad de mi mamá. Si ellos hubieran sido una pareja de emprendedores, todo habría sido diferente. En este caso, mi esposo ¡le entra a todo! y esa es una ayuda para poder crecer.
¿Qué es de su mamá?
Este año va a cumplir 70 y está vigente en todo sentido. Ella está pendiente de todo, nos aconseja; y cuando vio que estaba por estudiar en la universidad, se sintió ¡tan orgullosa!
O sea que valió la pena la sacada de mugre en Villa El Salvador.
Valió bastante la pena.
Estando allá, ¿cuál fue su mayor rasgo de pobreza?
Los primeros años -allá- no había agua y una de las imágenes que siempre tengo presente es la de mi madre con dos porongos de cinco galones yéndose a un pozo -a diez cuadras- para llenarlos de agua y darnos de desayunar; y mi mamá con sus sandalitas viejas… Esa imagen no se me borra y digo: “Todo su sacrificio, valió la pena”. No teníamos agua, pero ella tenía los cordeles más limpios; ¡mi mamá barría la arena de la entrada de la casa!
Y con su esfuerzo…
¡A ella ahora no le falta nada! Lo que nosotros hagamos no es nada en retribución a lo que ella ha hecho.
FICHA
Nombre: Doris Victoria Huamán Carnero.
Colegio: Empezó en el 6076, en Villa El Salvador; terminó en el Miguel Grau, en Magdalena. Ambos nacionales.
Estudios: Guía de turismo de Cepea con un diplomado en Gestión en Pequeñas Empresas en ESAN. Está por iniciar Derecho en la PUCP.
Edad: 42 años.
Cargo: Propietaria y gerenta general de Corporación Vanity, que incluye a Vanity Shoes.
Corporación Vanity
Nació en el 2000 en un estrecho stand que Doris compartía en Gamarra. Hoy importa, produce y comercializa calzado al por mayor y menor en todo el país.
Crecimiento
Tiene seis tiendas Vanity Shoes (una en Megaplaza y cinco en Gamarra). Cuenta con 35 empleados. Al mes vende unos 4.000 pares de zapatos.

Comentarios

  1. sorprendida de todo lo que lei, te felicito sin conocerte de hecho se que eres una gran mujer y nada nosotras somos lo maximo adelante .azuva70@hotmail.com

    ResponderEliminar
  2. te felicito yo recien estoy comensando me despidieron y trato de salir adelante me llamo walter y si deseas yo te puedo vender delo que yo hago todas las lineas de vestir

    ResponderEliminar
  3. H0la !! he leido tus letras son muy bonitas experiencias !felicitacioenes! yo acabo de abrir una pequeña tiendita ( 1 stand) pero me gustaria conocerla, ver su producto y quizá no se si se puede re-venderlo.

    Salu2!

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

dejame un comentario y tu correo electronico